viernes, junio 25, 2010

Mi hijo ha estado muy enfermo, doctor, es a él a quién debería revisar. Ha estado muy grave desde hace varios meses, desde esa lluvia escandalosa que se nos vino encima a principios de marzo pasado. Ese día llego empapado y golpeado y apenas respirando un aire que se le escapaba a vapores; sin duda, habiendo sido emboscado por la tromba sin aviso, trató de cortar camino por un lado del barranco y se revolcó en el piedrerío. Cuando llegó no pudo contarme todo lo ocurrido, temblando y casi desmayado como estaba. Por eso es que yo traté de imaginarme que es lo que le había pasado.
Al otro día ya no quiso comer. Ya tenía algo de fiebre y se quejaba de que le dolían las tripas, igual que cuando niño se comía algún dulce robado que por mal habido mal le caía en la panza. Igual me ha estado gritando de repente para que le prepare algo de agua caliente con sal, pues es lo único que, desde que llegó adolorido de lluvia, ha estado tomando.
Yo le he estado lavando los pies, para tratar de bajarle la fiebre y la sonrisa, pues así como lo ve, sonriendo nada más, se estaba riendo a ratos, a veces casi todo el día y a veces hasta parecía que el llanto le iba a reventar. Pero así enfermo y con la temperatura alta, casi no le duele nada. No le gusta mucha la luz, eso sí, ya ve que tiene tapados los ojos, y yo he tenido cerrada su cortina todos los días hasta que en la tarde ya no le entra el sol. Le gusta que se vean las estrellas, dice que parecen polillas. A mí me da risa.
Le he estado leyendo, ya varios libros, de cocina y de jardín y de romance que le gustan, aunque no todos les terminan gustando a los gusanos y empiezan a gritar o cantar o lo que sea que hagan. No ha querido que le lea el periódico, igual que a mí ya le aburre y hasta me pidió que limpiara su mueble ese en el que tiene tantos montones de periódicos guardados y que siempre le he dicho que estaría mejor usarlo para los vasos o las veladoras usadas.
A veces se ríe cuando lo baño con su agua salada y le dejé de cortar el cabello porque dice que le ha dado frío en el cuello. Le he estado cambiando la pijama, pero luego también se ríe cuando lo visto y me empieza a dar miedo. Así como lo ve sonriendo, pero también los gusanos, que ya después empecé a pensar que son lo que lo tiene enfermo.
Por eso el otro día iba a salir por usted, doctor, pero el me gritó con media risa y también ellos gritaban con unas voces horribles y yo hasta lloré de miedo, porque me querían morder y unos hasta me querían ahogar. Y corrí mejor, porque me perseguían gritando y enojados y él que se reía que parecía que iba a llorar. Y yo me reí también, ya encerrada en mi recámara, y lloré y grité y canté y el me pegaba en la puerta para entrar. Ha estado enfermo, no es que sea malo, pero no quería que viniera por usted, decía que le iba a querer quitar los gusanos y las polillas y no quiere entender que eso lo tiene enfermo. Mírelo como sonríe, pero ya se ve mas triste.
Tranquilo hijo, te vas a aliviar, ves? Los doctores ya te están quitando los gusanos...

martes, junio 08, 2010

Otra vez me estoy comiendo tu hígado. Sin cubiertos. Sin utilizar las manos. Con los labios pegados a tu costado imagino tu dulce mueca al rendirte a mi hepático apetito. Dentro de ti, el fuego te cocina por si mismo. Fuera de ti, una penumbra discreta me acaricia la boca.
¿Cuánto tiempo podrás permanecer en esa quietud mientras me harto contigo? Los brazos como piedra a uno y otro lado, las piernas pesadas pero temblorosas, la boca entreabierta, murmurando plegarias profanas que no llegan a mis oídos.
Tu sol crece a veces, como aquellos días viejos que se estremecían con cierto desamparo cuando los atrapabas entre los dedos, tan dulce; así te recuerdo de noche todavía.
Pienso en los días en que paseas a media tarde, en tus pasos calmados sobre hierba, el vaivén de tus dientes, tus manos desesperadas a un costado tuyo, ansiosas, queriendo arrancar la piel, sacarte las entrañas, llevarlas a la boca.
Luego te consuelo y otra vez, como si fuera una semilla de granada, me estoy comiendo tu hígado...